Michael Schumacher sigue luchando por su vida luego del grave accidente de esquí sufrido el 29 de diciembre 2013. Poco se sabe de él y hay hermetismo en su entorno. Una de las últimas personas que estaba con él antes del fatídico suceso es su hijo Mick, quien lo acompañó aquel día en los Alpes franceses. El piloto, años más tarde, corrió dos temporadas en la Fórmula 1, pero fue echado por Haas luego de romper autos por un costo de dos millones de dólares en 2022. En 2023 pasó a ser corredor de reserva de Mercedes y fue uno de los postulantes para subirse a un Williams en las últimas nueve fechas de esta temporada, pero James Vowles, el jefe de la escudería inglesa, apostó por el argentino Franco Colapinto quien debutó este fin de semana en el Gran Premio de Italia.
A raíz de la elección del team de Grove por el bonaerense de 21 años, el ex corredor de F1, Ralf Schumacher, tío de Mick, criticó la decisión de Williams y dijo que “era un absurdo”. Esto generó polémica justo el día en el que Colapinto hizo su presentación en sociedad como piloto titular. Vowles le salió a responder y tiró sobre la mesa los argumentos detrás de su decisión aclarar que Mick no es un piloto “especial”. “La decisión era si poníamos a Mick en el coche, que creo que Mick hubiera hecho un buen trabajo, o invertimos en un individuo que forma parte de nuestra academia, que ha dado cientos o miles de vueltas en nuestro simulador, que ha conducido el coche, y en los datos que podemos ver de cómo está actuando, que está dando pasos significativos”, evaluó desde el Autódromo de Monza.
Allí no estará Mick, que este domingo correrá la Lone Star Le Mans, más conocida como las 6 Horas del Circuito de las Américas en Austin, Texas, Estados Unidos, por la sexta fecha del Campeonato Mundial de Endurance con un Sport Prototipo Hypercar de Alpine (es 25º en el campeonato). A sus 25 años, el hijo del Kaiser logró su lugar en el automovilismo internacional, pero su regreso a la F1 está cada vez más lejos. De hecho, Andrea Kimi Antonelli (18 años), suena para reemplazar a Lewis Hamilton en Mercedes en 2025. Este viernes el italiano salió a pista en Monza en la práctica libre 1, el lugar que se le da a los novatos que forman parte de los programas de desarrollo de pilotos en las escuderías.
Si bien los prejuicios y comparaciones estuvieron a la orden del día, el hijo del séptuple campeón mundial supo escribir su propia historia. Mick nació el 22 de marzo de 1999 en Vufflens-le-Château, un pequeño pueblo al suroeste de Suiza, cerca del límite con Francia y de unos 900 habitantes. Tiene las dos nacionalidades, pero corre con bandera alemana. Es el segundo fruto del matrimonio Schumacher detrás de su hermana Gina-María (27 años), quien practica equitación. Era un alumno aplicado en la escuela, y como mamó el automovilismo desde muy chico, su futuro estuvo cantado. Siempre fue muy tranquilo, de pocas palabras, y quienes lo trataron afirman que era muy agradable.
“Muy pronto me di cuenta de que quería ser piloto de F1, un campeón. Salté a los karts cuando tenía tres años y pasé a las carreras nacionales a los ocho. Cuando tenía once o doce años, sabía que quería hacer esto de forma profesional”, contó en una carta que escribió en junio de 2020 para el sitio Under-Armour.
Para no llamar la atención, cuando comenzó a correr en karting usó el seudónimo “Mick Betsch”, que es el apellido de soltera de su madre, Corinna. Aunque pronto el ambiente se enteró de que era el hijo de Schumi y comenzó la lluvia de comparaciones. Y Ferrari rápido le echó el ojo.
La aproximación llegó en 2016 por medio del equipo para el que sigue compitiendo, el Prema Powerteam, que viene a ser una estructura “junior” de la Scuderia. Ese año perdió el título de la Fórmula 4 Italiana contra un argentino, Marcos Siebert. “Mick para nada corre por su apellido. Lleva el talento en la sangre y está muy bien preparado. No pude tratarlo mucho, fue más un vínculo deportivo. Nos miramos con recelo todo el año porque disputamos el campeonato. Pero hubo mucho respeto entre ambos”, le dijo el marplatense a CORSA tiempo atrás.
No fue fácil aquella derrota del teutón, ya que se considera muy competitivo. “Si hablaras con mi familia y amigos cercanos, te dirían que no puedo soportar perder en nada. No importa lo que sea: un juego simple, correr hacia un árbol, lucha de pulgares. No importa cuál sea el desafío; necesito ganar. Tuve pérdidas y reveses. Y los dolores reales y el ego me enseñaron cómo perder, y si te toca, hacerlo con clase. Perder también viene con oportunidades para lecciones sobre errores”, confesó Mick en esa carta a UA.
El levantarse y pelear lo llevó en 2018 a ser campeón de la Fórmula 3 Europea. Fue con motores de Mercedes, que tuvo intenciones de sumarlo a su programa de pilotos. Pero la Scuderia le ganó de mano a los alemanes y se aseguró sus servicios. En febrero de 2019 ingresó al Ferrari Driver Academy (FDA). Debutó en la Fórmula 2, aunque esa temporada logró un solo triunfo y terminó 12º en el campeonato…
“Estoy seguro de que la experiencia que hice durante toda la temporada me han ayudado a ser un mejor piloto. En 2020, sin embargo, no solo quiero seguir mejorando, sino que también quiero poder pelear con los principales corredores de la F2”, dijo en una entrevista con Infobae en marzo de 2020.
En las cuatro primeras del siguiente ejercicio fue 11º, 7º, 4º, y abandonó. Los prejuicios y dudas siguieron: ¿Tiene pasta de verdad o solo corre por su apellido? ¿Es un producto del marketing? ¿Y si de verdad es talentoso, pero lo absorbe la presión? Para responder estos interrogantes siguió forjando una coraza en su personalidad. “Si no fracasás, no aprendés. Si no aprendés, nunca ganarás, al menos no en nada que realmente importe. Siempre pienso en lo que hice mal y en cómo puedo mejorar”, reflexionó.
Se dice que los padres hablan a través de sus hijos. Mick no perdió la cabeza y mantuvo el eje gracias a las enseñanzas de su Michael. “Nunca miré a mi papá solo como el ‘mejor piloto del mundo’. Siempre, ante todo, es mi papá. No doy por sentado las lecciones que me ha dado. Una de esas lecciones es mantenerse estable, nunca estar demasiado alto o demasiado bajo”, reveló.
Ese equilibrio fue clave. Al inicio de este campeonato lo superaron sus compañeros en el FDA, el ruso Robert Shwartzman y el inglés Callum Ilott. No obstante, a partir de la tercera fecha fue regular. Logró seis podios en diez carreras y en Italia dio el golpe: victoria y un tercer puesto lo depositaron al liderazgo de la tabla y alcanzó el título de la categoría antesala a la F1 en 2020.
Déjà vu
Fue en Rusia donde hizo una maniobra calcada a una de su padre. Le mostró el auto por afuera al japonés Yuki Tsunoda y luego lo superó por adentro tras una curva a la derecha. En 2002 Schumi hizo lo mismo con el colombiano Juan Pablo Montoya en Australia. Padre e hijo ganaron sus carreras. El Kaiser plasmó ese año su segundo título con Ferrari, e igualó a Juan Manuel Fangio con su quinto cetro en la F1 donde ostenta un total de siete. Mick también fue campeón y antes de llegar a la Máxima mostró su mejor versión con un estilo de manejo parecido a su padre, siendo agresivo en los momentos justos. En cambio no descolló bajo la lluvia, algo en lo que Michael brilló. Eso pudo verse en las categorías promocionales, aunque todo cambió una vez que pegó el salto a la F1.
Que 20 años no es nada
El 8 de octubre de 2000, Michael Schumacher ganó en Japón y obtuvo el primero de sus cinco coronas con Ferrari. Cortó una sequía que venía desde 1979 sin un Campeonato de Pilotos para la Scuderia que obtuvo Jody Scheckter. Veinte años y un día más tarde, su hijo, Mick, se integró de forma oficial la Máxima. Aunque de local, por el mal clima se quedó con las ganas de tener acción en la primera práctica libre del Gran Premio de Eifel, en referencia a la región alemana donde está el histórico autódromo de Nürburgring, en el marco de la undécima fecha de la temporada de la F1.
Amor por la redonda
Al igual que su padre le encanta el fútbol. Aparte de las carreras, hasta hace unos años pocas veces se mostró de forma pública y una de ellas son los partidos de la entidad Champions for Charity (Campeones por caridad), donde también participó su papá, quien es hincha del Colonia. Michael de joven fue delantero del FC Echinchens, de la quinta división en Suiza. Quiso ser futbolista, pero al darse cuenta de sus limitaciones, apostó de lleno al automovilismo.
Vida personal
La mano derecha de Mick es la portavoz de su familia, Sabine Kehm. El hermetismo sobre el estado de su padre en ocasiones se traslada a él. Puede demorar meses lograr contactarse con el joven alemán o recibir una respuesta de su entorno para tener una entrevista. “Ningún piloto llega a la F1 porque importe su apellido. Esa no es una garantía”, le dijo a este medio.
Es muy reservado con su vida personal y hasta mediados de 2023 no se le conoció pareja. Fue cuando hizo público su noviazgo con la modelo danesa Laila Hasanovic (23 años). Además, admitió que le gusta compartir tiempo con sus amigos. “Disfruto mucho ir detrás de un barco junto con otros amigos. Eso es totalmente divertido. El verano, en el lago, simplemente es perfecto. También me gusta andar en bicicleta en la montaña o recorrer un bosque”.
Y por ahora no se le notó el carisma de su padre, pero al igual que Schumi, es muy predispuesto con los fanáticos para una foto o un autógrafo.
La hora señalada
“Competir es con lo que sueño. Es con lo que me mantengo ocupado. Es agotador, es difícil, es desafiante y complicado ¡Es simplemente genial! Al final, confío en lo que puedo hacer. Tengo que serlo porque no me he dado otra opción. Estoy enamorado de lo que hago; de alguna manera, estuve haciendo esto durante 18 años de mi vida, y tengo 21″, aseveró en el prólogo a su paso por la F1.
Su llegada a la F1 fue en medio de una enorme expectativa. “Hay muchas veces en las que veo a Michael en Mick. Lo conozco desde que era un niño. Creo que hubo un período en el que no estaba seguro, pero progresó mucho en los últimos doce meses”, dijo Ross Brawn, ex director deportivo de la F1 y que trabajó en Ferrari con su padre.
Debutó en la Máxima en 2021 con Haas y tuvo como compañero de equipo al controversial ruso, Nikita Mazepin, quien en el segundo año debió bajarse por la invasión de su país a Ucrania debido a que Haas (equipo estadounidense) forzó su salida. Fue reemplazado por Kevin Magnussen, que con más experiencia expuso a Mick.
Las dos temporadas en la F1 no fueron como el germano esperó. Disputó 44 Grandes Premios y su mejor labor fue el sexto puesto en Austria y el octavo en Gran Bretaña, ambos en el ejercicio 2022. Esas fueron las únicas dos carreras en las que sumó puntos. Sus errores y las roturas como el terrible choque en Mónaco en esa temporada cuando su auto se partió en dos, lo eyectaron de su butaca para 2023 y fue reemplazado por su compatriota Nico Hülkenberg.
“No tengo ninguna duda de que tiene el potencial para ser un piloto exitoso en la F1. Tal vez algún día esté con nosotros, tal vez no”, había dicho en 2020, Toto Wolff, jefe de Mercedes, quien le dio -quizá- su última posibilidad de mantenerse en el ambiente de la Máxima. Al ser la casa alemana proveedora de motores de Williams, Wolff presionó para que Mick tuviese su lugar. Pero su colega en la histórica escudería inglesa se la jugó por Franco Colapinto. “Mick no es especial, sólo sería bueno”, fue la rotunda frase que lanzó James Vowles en las últimas horas cuando le preguntaron por qué no se inclinó por Schumi.
Más allá de eso, la explicación de Vowles para aclarar los motivos que lo empujaron a subir al piloto argentino a la butaca del FW46 de Williams fueron sencillos: “(Schumacher) Llegaría con mucha más experiencia que Franco. Pero esto es en lo que creo, en lo que cree Williams y cuáles son los valores fundamentales de Williams. La escudería siempre ha invertido en las nuevas generaciones de pilotos y en la juventud, y de lo que he estado hablando todo el tiempo es de la inversión en el futuro de Williams. Y el futuro de Williams no es invertir en el pasado, es invertir en talento que nos permita avanzar como individuos”.
Mick sueña con tener su revancha en la Máxima, donde en sus dos temporadas el esperado impacto emotivo para la familia Schumacher se dio. Michael puede estar tranquilo que formó a un chico que soñó con ser piloto y hoy es un hombre que llegó a la F1. Hay que estar en el lugar de su hijo y ser el centro de todas las miradas. Corrió siempre bajo la lluvia de comparaciones con su papá. Nunca en su campaña tuvo un gris: si fallaba, las críticas se irían por las nubes y si hacía las cosas bien, siempre se le exigiría más. Con él nunca hubo término medio. Portar uno de los apellidos más gloriosos de la historia pudo abrirle puertas, pero también hizo camino al andar con nombre propio pese a no tener las condiciones conductivas de su padre.
Guillermo tiene 62 años y no vio dormir a sus tres hijos en una cuna, ni tomar la mamadera, ni tuvo que despertarse de noche porque les empezaban a salir los dientes y lloraban. Pero Guillermo es tan papá como cualquiera, y se emociona con cada recuerdo que atesora de Emanuel, que tiene 17 años; Antonio, de 13; y Abel, de 12; los hijos que adoptó junto a su esposa, María de los Ángeles, aunque la memoria deba recorrer poquitos pasos, hasta 2017 en este caso. “Hay algo que cada vez que me acuerdo se me hace un nudo en la garganta, y es cuando salieron del hogar para venir a casa. Antonio venía con una cajita de cartón en la mano y adentro llevaba un muñeco. Eran todas sus pertenencias. Todo lo que tenía. Y caminaba hacia nosotros con una carita de felicidad que, gracias a Dios, no me voy a borrar nunca. Hay pibes que lloran por una play, por un juguete, y él estaba lleno de alegría porque se iba con la familia”.
Pero Guillermo es padre también porque, tres meses después de vivir los cinco juntos, sus hijos le empezaron a decir “papá”. El “mamá” a María de los Ángeles llegó incluso antes: “Con mi esposa fue más rápido. Me explicaron los psicólogos, porque yo no lo entendía, que ellos en su inconsciente todavía cuestionaban la imagen paterna que tenían. Pero cuando me lo dijeron fue una emoción muy grande. No sé si lo esperaba. Y fueron los tres casi al mismo tiempo. Una vez que el más grande me llamó así, lo hicieron mis otros hijos”.
Ahora, Guillermo Zalocco está por salir a buscar a sus hijos al colegio. En el barrio Villa Maipú, de San Martín, en el conurbano bonaerense, llueve y debe cerrar el portón de su casa con prisa. Tiene 62 años recién cumplidos, es docente jubilado desde julio de este año. Por eso, cuenta, “ahora tengo más tiempo para estar con ellos, para acompañarlos”. Conoció a su esposa, María de los Ángeles Albarracín (consultora de Recursos Humanos) en 1993, hace 31 años, cuando ella trabajaba en una farmacia en Caseros y él fue a comprar medicamentos para su padre, que estaba internado en la clínica ubicada al lado. A las compras siguieron las charlas y las salidas. Se casaron cinco años después, en el ‘98.
Desde el inicio del matrimonio, Guillermo y María de los Ángeles desearon ser padres. La naturaleza dijo que no, ellos no quisieron someterse a tratamientos de fertilización porque, dice, “no teníamos certeza de los que había en ese momento. Mi esposa me decía: ‘¿Pero van a hacer ensayos conmigo?’. Y le respondí que no, que era algo de los dos”. Ahí mismo, porque el instinto de madre y padre lo tenían bien profundo, Guillermo le propuso: “Yo no tengo problema en adoptar”. A María de los Ángeles le pareció perfecto.
El primer paso lo dio Guillermo, que se puso a averiguar cómo hacerlo. Era, recuerda, “alrededor del 2004″. “Fui a un juzgado y me dijeron que no me podían decir nada porque en ese momento estaba cambiando todo el tema de las adopciones. No sabíamos cómo era el tema, solo que era muy engorroso. Se armaban carpetas, se presentaban en los juzgados. Era complicado: un amigo mío fue hasta Tartagal a buscar a su hijo. Ahora es más sencillo, mucho más claro”.
Pero, además, había otra traba, contra la que ellos mismos se chocaron por desconocimiento. “Hay falta de información. Todos quieren un bebé, un chico de menos de dos años. Los invitaría a cualquier hogar de niños y verían que, de 30 que esperan tener una nueva familia, apenas uno puede llegar a ser bebé. El resto son de otras edades, y muchas veces hermanos. Quien se obsesione con ser papá de un bebé, quién sabe cuántos años va a tener que esperar. Nosotros también, cuando lo planteamos en el primer juzgado al que fuimos, el de Familia de San Martín, dijimos que queríamos un bebé. Y la respuesta fue ‘jefe, usted está equivocado, usted no va a poder conseguir un bebé’. No entendí y le dije: ‘¿Por qué no? Mi papá me tuvo de grande’. Entonces me dijeron: ‘Vaya a tal lado e infórmese…’.
Ese “tal lado” fue una charla en la Dirección Nacional del Registro Único de Aspirantes a Guardas Adoptivas (más conocido como DNRUA), en Capital Federal. Ya era 2015. Allí, con material didáctico y hasta videos, les mostraron la situación real de la adopción. “Nos dijeron, ‘miren, la realidad es esta, el 95% de las personas buscan niños menores de tres años. Y uno solo. Y apenas el 5% restante busca mayores de edad y hermanos. La verdad es que vas a los hogares, y no hay bebés”.
En efecto, según las últimas cifras que publicó DNRUA, de agosto de 2024, los niños de 1, 2 y 3 años tienen el 83,67; 84,69 y el 84,94 por ciento respectivamente de disponibilidad adoptiva. Mientras que en el otro punto del rango etario, para los 11, 12, 13, 14 y 15 años tienen apenas el 3,05; 2,29; 1,08; 0,76 y 0,82 por ciento respectivamente. No obstante, la cantidad de adopciones creció en forma significativa: en 2005 hubo 14 adopciones y 18 guardias preadoptivas; en 2023 —último año completo—, ese número trepó a 422 y 442 respectivamente. En 2024, hasta el 1 de agosto, llevaban 166 y 254.
Una vez que superaron el temor de la primera barrera y —como dice— “nos metimos en el circuito”, la decisión de adoptar y ser padres se fortaleció. Hoy, Guillermo puede dar cátedra: “Primero hay que ir al juzgado y anotarse. Si hay varios juzgados, siempre se debe preguntar cuál está de turno. Y así, ir viendo en varios… Te toman los datos y quedás registrado ahí”.
En concreto, desde esa charla supieron con claridad que “lo más fácil, también por nuestras edades, sería adoptar hermanos. En 2015 yo tenía 53. Y le dije a mi esposa: ‘Bueno, nos tiramos hasta tres chicos, y que el más grande no tenga más de ocho o nueve años’. Una vez inscriptos, nos llamaron de varios juzgados”.
Entonces comenzó una rueda burocrática que los podría haber desanimado. “Sé que es por la defensa del niño, pero ya era como ir a una entrevista laboral. En cada juzgado que nos citaban por un caso de adopción, nos volvían a hacer todo el examen psicotécnico, la charla con sociólogos, trabajadores sociales, psicólogos. En todos repetían lo mismo. Por eso digo: es como ir por un trabajo, te pueden tomar o no”.
Una vez que se inscribieron en el juzgado de familia, los Zalocco comenzaron a figurar en el Registro Nacional de Adopciones. Es decir, podían ser elegidos por cualquier juzgado del país para iniciar los trámites. Aunque ahora, cuenta Guillermo, “intentan que un niño de Tartagal no sea enviado, ponele, a Ushuaia. Me dijeron, inclusive, que antes de declararlos en adoptabilidad, si no pueden estar con los progenitores, tratan de ubicar a los chicos con sus abuelos o algún familiar. Y en caso de que no se pueda, ahí sí quedan en condiciones de ser adoptados. Ahora, si sos del AMBA, te llaman del AMBA, de los juzgados cercanos. Hay casos, obvio, que cuando, por ejemplo, son cinco hermanos, se hacen convocatorias públicas en todo el país. Porque, ¿quién está en condiciones de adoptar cinco chicos?”
El 14 de febrero de 2017, los Zalocco recibieron un llamado desde el Juzgado 3 de Familia de San Isidro, a cargo del doctor Hernán García Lázaro. Cuando llegaron a la entrevista, les explicaron que eran cuatro hermanos. Cuando conocieron la historia, aclararon que ellos podían adoptar a tres. “Vimos que el cuarto hermano, que era el mayor y hoy cumpliría 18 años, por sus antecedentes de vida y médicos, necesitaba atención exclusiva y permanente. Es más, ya se había intentado vincular a los cuatro con una familia y había fracasado. Porque a veces hay vinculaciones fallidas. Y no porque fueran malos. A veces, simplemente, no podés, por más amor que tengas. En estos casos, los chicos eligen a los padres, y viceversa. No es un paquete de yerba que te llevás de una estantería”, explica.
Un mes más tarde, desde el juzgado les comunicaron que eran los “candidatos”. Y el 26 de mayo, Guillermo y María de los Ángeles se encontraron por primera vez con los chicos en el hogar donde estaban internados. Por entonces, Emanuel tenía 9 años, Antonio 6 y Abel 5. “Primero tuvimos charlas con dos psicólogos (Nota: uno de ellos fue el licenciado Juan José Jeannot, hoy director del DNRUA), que nos acompañaron durante todo el proceso de vinculación. Son para sacarse el sombrero. Cuando los vimos, los llevaron a un playroom, para que estuvieran aislados de los otros chicos. Imaginate que todos tienen un deseo muy fuerte de tener una familia. A mí una vez uno muy chiquito, casi un bebé, me pedía upa, y yo iba por mis tres hijos. No sabés qué hacer. Es durísimo. Entonces, por prevención, el primer contacto se hace en un lugar aparte”.
Desde el inicio, entre los cinco hubo piel. Los primeros tres días fueron de mucho juego, de escondidas. Después comenzaron los paseos: primero una hora, luego un día entero, más tarde un fin de semana completo. “Todo fue muy paulatino. Eso depende de cada hogar, de los psicólogos que te acompañen, de la situación de cada chico, porque no todos reaccionan de la misma forma”, subraya.
En los primeros paseos, el cuarto hermano, el mayor, los acompañaba. “Esperábamos que encontrara una familia. Mis hijos tenían amiguitos en el hogar que eran cinco hermanos: dos estaban con una familia, dos con otra y el quinto, un bebé, con una tercera. Y entre ellos se veían, porque se busca que el vínculo, más si son hermanos, se mantenga. Pero eso es voluntad de los padres también. Mis hijos quieren ver al hermano, pero fue adoptado por un matrimonio igualitario de hombres, que no sé cuál es la razón, no quieren ni siquiera que hablen por teléfono. Estoy viendo con una abogada para pedir un régimen de visitas…”.
Guillermo dice que ni él ni su esposa quisieron conocer en detalle la vida anterior de sus tres hijos. “Está en el expediente. Lo podría ver y todo. Pero en estos casos, imaginate, si se los sacan es porque la familia biológica, por h o por b, no puede o no quiere cuidarlos y atenderlos. Sé que estuvieron cuatro años en el hogar. Y una de las razones por las que los declararon en adoptabilidad es que en esos cuatro años, nunca nadie de la familia se acercó ni se comunicó para ir a verlos”.
Zalocco asegura que siempre les dejaron la puerta abierta para que se contacten con su familia biológica. Por ahora, los tres hermanos no muestran interés por remover su pasado. “Hasta buscamos la dirección por Google Maps y le mostramos dónde vivía —relata el padre—. El más grande nos describía las cosas que pasaban cuando él estaba en esa casa. Un día que íbamos con mi esposa, pasamos por no sé qué calle y el mayor vio a una persona que, pensó, podía ser su padre biológico. Se asustó y nos dijo: ‘¿Si me ve, me tengo que ir con él?’. Y mi esposa le explicó que no: ‘Vos ya estás con nosotros, sos nuestra familia’. Y ahí se quedó más tranquilo”.
La guarda de los chicos salió en 2017. La adopción plena, en cambio, se demoró. Mucho tuvo que ver la pandemia. Pero recién el 20 de mayo de este año la justicia sentenció que los tres hermanos son legalmente los hijos de Guillermo y María de los Ángeles. Pero faltan trámites: todavía no les entregaron las nuevas partidas de nacimiento con su apellido.
El amor hacia un hijo recién nacido es algo maravilloso e inexplicable. ¿Cómo se puede amar de forma tan profunda e incondicional a quien recién se conoce? Pero sucede. En cambio, coincide Guillermo, el amor que siente por sus tres hijos es parte de una construcción paciente y generosa: “No es que te los llevás y ya son tus hijos. Es de a poco. Por eso te acompañan los psicólogos del DNRUA, para que no fracases. Más de una vez hemos planteado problemas de todo tipo, tuvimos charlas virtuales y siempre nos daban claridad sobre cosas que no veíamos. Nos apoyaron al 100%. Con los juzgados es distinto. A nosotros nos tocó uno piola, pero hay otros que mejor olvidarlos”.
Más allá de las normas que los padres imponen para la convivencia, otras decisiones que Guillermo y María de los Ángeles quisieron tomar fueron rechazadas por los niños. Por ejemplo, el matrimonio aceptó llamarlos por los nombres de pila que ya tenían, pero quisieron ponerles un segundo nombre. “Era solo para darles nuestra impronta, además, obviamente, del apellido. Pero bueno, ellos decidieron que no, que se sentían cómodos con los nombres que tenían. Y quedó así”, revela.
Los niños, dice, “fueron siempre muy buenos. Por ahí el más chico era el más desapegado a las normas. Pero se adaptó. El del medio fue el que tuvo más temores al principio. Hacía cosas que para nosotros eran inexplicables. Él mismo, después, nos blanqueó que hacía todo al revés por miedo a que lo dejáramos, como ya le había pasado antes con otra familia. Nos estaba poniendo a prueba. Y el más grande es más introvertido y callado, pero ejerce con los hermanos un liderazgo sutil. Los tres son muy sanos”.
Una de las cosas que hizo Antonio, por ejemplo, “fue escaparse y subir a un techo, con riesgo de caer. Vi que si yo me acercaba más había peligro, entonces le dije: ‘Qué bueno, quedate ahí que voy a sacar una foto’. Se la saqué y le dije: ‘Bueno, ahora bajá que me da miedo’. Entonces me abrazó y bajamos”.
La vida cotidiana de los Zalocco es como la de cualquier familia. Hay algo en lo que no existe la unanimidad, por ejemplo: papá, mamá y los dos hijos mayores son de Boca. El menor, de River. Los tres chicos van a la escuela pública. Abel tomó la comunión y fue confirmado. Los otros dos no quieren saber nada. Aunque los tres, desde 2018, pertenecen al grupo scout de una parroquia de Villa Devoto. “Queríamos que socializaran con otros chicos y se adaptaran a las normas. Pensá que todos los chicos que están en un hogar, o son hijos de malandras, o fueron víctimas de abuso o tuvieron abandono de los padres. No tienen un ejemplo concreto. En una familia al chico se lo educa desde que nace. Y estos chicos, además, perdieron cuatro años de su vida dentro de un hogar, donde si bien hay voluntarios, médicos, gente que los ayuda en la escuela y les da de comer, cuando llega la noche quedan los cuidadores y ellos nomás. Nos pareció adecuado el scoutismo por eso”.
Con el estudio, dice Guillermo, “el que menos problemas tiene es el del medio. Apenas patinó en un par de materias del secundario, nada que no pueda levantar. El más chico tiene capacidad, pero es más rebelde. Tiene algunos conflictos escolares que resolver. Y al mayor, que va a una técnica, se hace difícil sentarlo a estudiar. Pero ya está en 4.º año. Yo fui director de una escuela de adultos, así que les machaco el tema del estudio. No pretendo que sean chicos 10, pero deben entender que un título es fundamental hoy en día”.
Emanuel, Antonio y Abel crecen. El más grande está en la adolescencia y los más chicos la tienen a dos pasos. “Y… eran más cariñosos de chiquitos. Ahora son más parcos con las demostraciones. Pero el de 17, si bien no te demuestra el cariño con un abrazo, lo hace con actitudes. Por ejemplo, cuando nos dice ‘dejen que hoy cocino yo’”.
La imagen del hermano mayor, en este caso, es fundamental. Guillermo guarda en su memoria películas de amor con sus hijos a cada paso. “Cuando le compramos el regalo del Día de la Madre a mi esposa, los dejé elegir a ellos. Me quedé mirándolos cómo charlaban y se ponían de acuerdo. Era hermoso…”
Sobre el futuro, Guillermo es cauto: “Más allá de lo que hagan ellos, quiero que sean buenas personas. Y que trabajen, que no se tiren a la vida fácil. Hoy todo es complicado, los entornos, las nuevas amenazas como la ludopatía, obvio drogas, tabaquismo, porque esto último fue algo que a mí me costó un infarto en pleno período de vinculación de la adopción. Fue increíble: estando en terapia intensiva, mi esposa dejó el auto en la puerta de casa, vino un borracho, lo chocó y lo destrozó. Cuando volví luego de la unidad coronaria y lo vi, dije: ‘Realmente me están poniendo el corazón a prueba’. En el 2017, con todo lo que me pasó, nací de vuelta. Así que pido tener salud para verlos crecer”.
Guillermo ríe. Debe ser un tipo feliz: él y su esposa salvaron a tres chicos. Les dieron una familia. Una unidad que puede tener muchas formas, pero un solo elemento catalizador, que el papá de Emanuel, Antonio y Abel sabe definir: “Somos sus padres. Nos podemos enojar con ellos a veces, retarlos. Pero nunca va a estar en juego ni en discusión el amor que les tenemos”.
El 5 de septiembre es una fecha de emociones encontradas para Cris Morena y Gustavo Yankelevich, quienes recuerdan a su hija Romina Yan en el día que hubiese cumplido 50 años. La actriz, quien dejó una huella imborrable en la televisión argentina, falleció inesperadamente en 2010 a los 36 años, pero su legado sigue vivo gracias a los esfuerzos incansables de sus padres por mantener su memoria presente.
Este año, en una fecha tan significativa, los productores compartieron en redes sociales emotivos mensajes, acompañados de fotografías y recuerdos que conmovieron a miles de seguidores. Desde el fallecimiento de Romina, tanto Cris como Gustavo trabajaron para preservar su recuerdo, honrando su vida y su carrera con proyectos que invitan a celebrar su espíritu y legado.
A más de una década de su partida, sus padres no dejaron que su luz se apague. En esta ocasión, Cris Morena compartió un conmovedor video en sus redes sociales, compuesto por una serie de fotos que retratan la vida de Romina en diferentes momentos: desde imágenes familiares junto a su hermano Tomás Yankelevich y su padre, hasta tiernos retratos de la actriz con sus propios hijos, Franco, Valentín y Azul. El audiovisual también incluyó escenas de Romina en uno de sus trabajos en televisión junto al actor Damián De Santo, un detalle que evocó la nostalgia entre los seguidores de su carrera artística.
El clip fue musicalizado con una canción de la nueva serie de Cris, Margarita: que tu cuento valga la pena, que ya tiene sus primeros cinco capítulos disponibles en la plataforma Max. Pero lo más impactante del homenaje fue la voz en off de la propia Morena, quien dedicó unas sentidas palabras a su hija. “Ro, mi muchachita alada… En este día lleno de luz, te celebro dedicándote una nueva canción de Margarita que amo muchísimo: ‘Soñadores’”, dijo la productora, dejando entrever el profundo lazo que aún las une. “Porque con el alma somos soñadoras, como un fuego prendemos corazones rojos y, como aprendimos junto a vos, somos lo que soñamos”. Finalmente, con la voz quebrada por la emoción, cerró su mensaje con un “Feliz cumple, amor mío, siempre juntas… Te amo, mamita”.
Este tributo no solo reflejó el dolor que aún persiste, sino también la fortaleza con la que Cris Morena decidió afrontar la pérdida de su hija, canalizando su tristeza en arte y creación, algo que marcó su carrera a lo largo de los años.
Por su parte, Gustavo Yankelevich, también compartió un sentido mensaje en sus redes sociales, acompañando la publicación con una foto de su hija cuando era niña. “Ro de mi vida, de mi alma y de mi corazón, te amo, te amo, te amo. ¡Una fecha que marcó mi vida!”, escribió el productor, expresando el amor eterno que siente por su primogénita y la importancia de esa fecha en su vida.
El posteo generó una oleada de reacciones, no solo de parte de sus seguidores, sino también de figuras del mundo del espectáculo que trabajaron con la familia a lo largo de los años. Entre los comentarios destacaron los de Nicolás Vázquez, Mery del Cerro, Gabriel Corrado, Georgina Mollo, Gastón Dalmau y Marcela Kloosterboer, quienes recordaron con cariño a Romina y brindaron su apoyo a Gustavo en un día tan especial.
Los hijos de Romina también quisieron rendirle homenaje. Franco Yan, el mayor de los tres, publicó una entrañable foto en su cuenta de Instagram, donde se los ve juntos en una pileta. “¡Feliz cumple Ma! Te elegí, te elijo y te volveré a elegir en todas nuestras vidas. ¡Gracias por todo! Te amo eternamente”, escribió el joven de 24 años, quien siguió los pasos de su madre en el mundo artístico.
Por otro lado, Valentín, de 21 años, también compartió su propio homenaje. Subió varias fotos a sus redes, entre las que se destacaron una en la que él y su madre aparecen usando delantales de cocina, y otra donde están sentados espalda con espalda en la cama, ambos en pijama. En una última postal, compartió una imagen navideña de Romina junto a sus tres hijos, y musicalizó el recuerdo con la canción Home de Edith Whiskers. A diferencia de su hermano mayor, Valentín eligió un camino diferente, dedicándose al automovilismo. Su pasión por los kartings lo llevó a competir, con la esperanza de convertirse en piloto profesional.
Finalmente, Azul Yan, la hija menor de Romina, quien recientemente terminó sus estudios secundarios, mantiene un perfil más bajo y decidió tener sus redes sociales en privado, alejándose por ahora de la exposición pública.
A 14 años de su fallecimiento, la figura de Romina Yan sigue siendo recordada no solo por su familia, sino también por amigos, colegas y fanáticos que crecieron viéndola en televisión. Las constantes muestras de afecto y homenaje que sus padres, hermanos e hijos comparten año tras año son un reflejo de cómo la actriz logró impactar profundamente a quienes la conocieron.